La renuncia de Joe Biden a la candidatura para buscar la reelección presidencial de Estados Unidos y su respaldo a la vicepresidenta Kamala Harris, como posible candidata del Partido Demócrata introduce un cambio sísmico e histórico en la contienda.
Y todo a menos de un mes de la Convención Nacional Demócrata y a menos de cuatro meses de la elección presidencial, ¿pero realmente será Kamala Harris la candidata? Esa es la pregunta del millón, o mejor dicho, de los 91 millones de dólares que tiene el fondo de guerra de la campaña de Biden-Harris el día de hoy.
El Partido Demócrata tiene dos opciones: seguir abonando al caos y a la incertidumbre con una competencia interna entre varios candidatos o apostarle a la unificación en torno a una sola figura y sí, como todo en la vida, el dinero será un factor determinante.
Las reglas dicen que esos 91 millones de dólares pueden transferirse a Harris, pero no a ningún otro candidato, es decir, tendrían que devolver todos esos fondos a sus respectivos donantes.
Y si bien hay otros fondos que no están atados a Biden y a Harris. Todo es mucho más sencillo si Harris es la nominada y si bien estamos ante la perspectiva de una convención abierta, es decir, una en la que los votos de los delegados estatales ya no están comprometidos a Biden.
Hasta ahora en todos los enfrentamientos hipotéticos contra atroz, ya sea el gobernador de California, Gavin Newsom; la de Michigan, Gretchen Whitmer, o el de Pensilvania Josh Shapiro, entre otros. Todos están a cuatro o cinco puntos de distancia de Trump y sólo Harris obtiene mejores resultados que hasta un empate técnico con Trump.
Lo que es un hecho es que la decisión de Biden representa un cambio determinante en la narrativa y abre la posibilidad a que el eje de la conversación ya no sea la edad avanzada de Biden, sino la edad avanzada y la coherencia del propio Trump.
Además de enfocar los reflectores a propuestas y no sólo aspectos personales, sin embargo, todo sigue cuesta arriba para los demócratas, sea quien sea su candidato.