Censura disfrazada: silencian a periodista y aprueban ley mordaza en México

El caso de Jorge Luis González, exdirector del diario Tribuna de Campeche, ha encendido las alarmas sobre la creciente censura que se vive en México. A sus 71 años, fue detenido por presunta agresión a un policía, en un operativo calificado como excesivo. Pasó 48 horas en prisión, sin que se pudiera probar el supuesto ataque.

Sin embargo, el trasfondo apunta a una venganza política. Las críticas constantes del medio hacia la administración de Layda Sansores no fueron bien recibidas. Una jueza terminó acusando a González de “incitación al odio”, lo inhabilitó para ejercer el periodismo durante dos años, ordenó el cierre de la versión digital del diario y le impuso una multa de 2 millones de pesos por daño moral.

Mientras tanto, en Puebla, el Congreso local —con mayoría morenista— aprobó en apenas 48 horas una legislación polémica: la Ley de Ciberasedio, que establece penas de hasta tres años de cárcel y multas de 28 mil pesos a quien, por medios digitales, “insulte con la insistencia suficiente para causar daño emocional o físico”.

Esta ley ha sido interpretada por especialistas, activistas y opositores como una herramienta que criminaliza la crítica en redes sociales, sobre todo hacia figuras públicas. Marcos Castro, coordinador legislativo del PAN en Puebla, denunció que la iniciativa fue aprobada sin debate ni análisis técnico-jurídico.

Lo más llamativo es que, tras publicar la ley, el gobierno de Puebla anunció que ahora sí abrirá espacios de discusión, algo que muchos ven como un intento tardío y meramente decorativo. “¿Para qué sirven los foros si la ley ya está en marcha?”, cuestionan desde la oposición, que ya exige su derogación inmediata.

Lo ocurrido en Campeche y Puebla no son hechos aislados, sino señales de una tendencia preocupante: la represión de voces críticas a través de estrategias legales o persecuciones políticas. Periodistas, medios y usuarios digitales enfrentan un panorama cada vez más hostil, donde la libertad de expresión parece un lujo y no un derecho.