A prácticamente un mes de las lluvias torrenciales que devastaron la Sierra Norte de Puebla, los habitantes de la colonia Rincón de la Cruz, en el municipio de Huauchinango, continúan enfrentando las secuelas de la fuerza de la naturaleza: permanecen sin caminos y sin apoyo gubernamental y con sus propias manos como única herramienta para reconstruir lo que el agua se llevó.

Las intensas lluvias provocaron deslaves y destrucción de caminos, dejando incomunicadas a decenas de familias que, hasta hoy, deben improvisar para poder cruzar sus calles en Huauchinango.

Vecinos de Huauchinango construyen con llantas los caminos que el gobierno olvidó

Ante la ausencia de maquinaria y apoyo institucional, los vecinos decidieron fabricar muros de contención, además de escaleras con llantas usadas, una solución tan precaria como peligrosa.

“Desde los deslaves no se ha tocado para nada. Ni el municipio ni el gobierno han venido. No nos dicen qué van a hacer para que tengamos comunicación del otro lado… nada de nada”, denuncia Fernando González, vecino afectado, cámaras y micrófonos de Fuerza Informativa Azteca.

Las estructuras de llantas, colocadas con esfuerzo comunitario, sirven para evitar que las personas, y hasta el ganado, caigan en las zonas más erosionadas; sin embargo, los riesgos son evidentes: resbalones, lodo y terrenos inestables dificultan el tránsito diario, especialmente para los adultos mayores y las mujeres que deben recorrer el lugar a pie: “Llegamos empapadas, no hay cómo bajar sin mojarse”, señala una vecina afectada.

“Aquí hay una persona de la tercera edad, y se le dificulta bajar. Nosotras también batallamos; las llantas se llenan de agua y llegamos bien mojadas. Si uno no tiene otro par de zapatos, ni cómo cambiarse”, agrega Laura Cabrera, habitante de la zona.

La situación se agrava con el paso de los días; los vecinos afirman que ni el presidente municipal Rogelio López Angulo ni el secretario de Infraestructura estatal, José Manuel Contreras, se han presentado para evaluar los daños.

Mientras tanto, los pobladores seguirán realizando faenas comunitarias cada semana para mantener despejados los caminos: “Cada ocho días volvemos a quitar la tierra suelta… seguimos solos”, lamenta Fernando, con la esperanza de que la ayuda oficial llegue antes de que otra lluvia borre lo poco que les queda.