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El ‘monstruo de Kicevo': la historia real del asesino en serie que escribía las crónicas de sus homicidios

Un asesino en serie aterrorizó la ciudad de Kicevo, Macedonia; en la prensa se informaban detalles escalofriantes, ¿por qué había tanta precisión?

Periodista que escribía sobre sus propios crímenes, ¿Cómo un reportero usó su profesión para ocultar su doble vida como asesino?

Vlado Taneski tenía las primicias de los asesinatos de Kicevo porque él mismo los cometía. Su caso representa una de las perversiones más extremas del periodismo. |Imagen generada por IA, Archivo Policia Kicevo
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“Los habitantes de Kicevo viven atemorizados tras el hallazgo de otro cuerpo descuartizado... existe la posibilidad de que estos monstruosos asesinatos sean obra de un asesino en serie”. Con esta precisión, el periodista de policiales Vlado Taneski describía en 2008 el pánico que se apoderaba de su ciudad natal en Macedonia. Sus crónicas para el periódico Nova Makedonija eran tan detalladas y vívidas que sus lectores esperaban cada entrega con una mezcla de horror y fascinación.

Lo que nadie sabía era que su asombrosa exactitud no provenía de una fuente anónima, sino de su propia memoria: él era el asesino.

Entre 2004 y 2008, la ciudad de Kicevo fue el escenario de una serie de crímenes brutales que parecían conectados por un hilo macabro, uno que el propio Taneski se encargaba de tejer para la opinión pública antes de que la policía lo identificara como el monstruo que buscaban.

El terror en las calles de Kicevo

La pesadilla comenzó en noviembre de 2004 con la desaparición de Mitra Simjanoska, una mujer de 64 años. Dos meses después, su cadáver fue hallado en una bolsa de plástico en un basurero.

Había sido torturada, violada y estrangulada con un cable telefónico. Tres años más tarde, la historia se repitió con Ljubica Licoska, de 56 años. La primicia, una vez más, la dio Taneski.

El ciclo de violencia culminó en mayo de 2008 con el hallazgo de Zivana Temelkoska, de 65 años.

El patrón era inconfundible, las tres víctimas eran empleadas domésticas de edad similar, vivían solas y habían sido asesinadas con el mismo método salvaje. La policía convencida de que buscaba a un asesino en serie, comenzó a conectar los puntos.

La escritura generaron dudas

Mientras la investigación avanzaba, las notas de Vlado Taneski comenzaron a generar incomodidad en la policía. Describía detalles íntimos de las escenas del crimen que jamás se habían hecho públicos, como la posición exacta de los cuerpos o el tipo específico de cable telefónico utilizado en los estrangulamientos.

“Leímos sus historias y nos hizo sospechar. Sabía demasiado”, dijo el vocero policial, Ivo Kotevski. El periodista que cubría la noticia se había convertido en la principal pista.

La sombra de la madre y el ADN

El perfil criminal elaborado por los investigadores apuntaba a un hombre local que probablemente conocía a las víctimas. Los artículos de Taneski lo colocaron en la lista de más de 100 sospechosos.

La clave para resolver el misterio llegó del laboratorio: un rastro de ADN encontrado en el cuerpo de una de las víctimas no le pertenecía. Tras realizar las pruebas, el resultado fue concluyente. El 20 de junio de 2008, la policía detuvo a Vlado Taneski. El ADN del asesino era el suyo.

Durante el allanamiento a su casa se encontraron cuerdas, pertenencias de las víctimas y material pornográfico sadomasoquista.

Taneski creció con una madre, Gorica, que lo maltrataba física y psicológicamente. Las tres víctimas compartían edad y profesión con ella: eran empleadas de limpieza. El periodista parecía estar matando a su madre una y otra vez.

Tres días después de su detención, Taneski fue encontrado muerto en su celda, con la cabeza sumergida en un balde de agua. La versión oficial fue suicidio. Su muerte silenció al asesino, pero no al misterio.

La policía reveló que también era el principal sospechoso de un cuarto crimen: la desaparición de su propia madre en 2003. Su paradero sigue siendo desconocido.

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