A veces lo único que se necesita para desconectar del mundo es una playa tranquila, chiquita, silenciosa y con agua que parece espejo. Y eso es exactamente lo que ofrece El Arrocito, uno de los rincones más bonitos (y menos invadidos) de Huatulco.
No es de esas playas que aparecen en todas las guías, ni tiene antros o grandes cadenas hoteleras alrededor… y justo por eso es tan especial.
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Con solo 50 metros de largo, arena blanca con textura gruesa (que parece arroz, literal) y un mar azul profundo que apenas se mueve, este lugar es como un pequeño secreto que se agradece que no muchos conozcan.
¿Dónde está El Arrocito y cómo se llega?
Aunque no siempre aparece con nombre propio en los mapas turísticos, El Arrocito está muy cerca de dos bahías más conocidas: Chahué y Tangolunda, en plena zona hotelera de Huatulco.
Si estás en La Crucecita, llegas en taxi en menos de 10 minutos. También puedes pedir que te lleven directo desde el aeropuerto o desde la terminal de autobuses.
El acceso es sencillo: ni caminatas eternas, ni pendientes complicadas. Basta con seguir el Boulevard Benito Juárez y en un par de minutos estarás pisando arena. Ideal si vas en plan relajado, con familia o sin ganas de complicarte.
¿Por qué tanta gente que la conoce, vuelve?
Porque es una playa pequeña que no se siente invadida. No hay tumultos ni bocinas sonando a todo volumen. Aquí lo que domina es el silencio del mar, el canto de las aves y la brisa. Y eso, en pleno 2025, ya es un lujo.
Además, tiene lo justo: puedes nadar sin miedo (el oleaje es súper suave), hacer snorkel, subirte al kayak o simplemente echarte bajo una sombrilla con tu bebida favorita y no hacer nada. El ambiente es familiar, sin pretensiones, y eso se agradece.
¿Qué hay en El Arrocito para pasarla bien?
A pesar de su tamaño, hay más cosas de las que imaginas: baños y regaderas limpias, renta de sillas o palapas, comida rica a precios súper accesibles (mariscos frescos, pescadito frito, cervezas frías) y la opción de llevar tu propio picnic sin que nadie te diga nada.
También puedes rentar acuamotos, contratar una lancha para recorrer otras bahías o simplemente caminar un rato por la orilla y ver cómo cambia el color del mar con la luz. Y si te enamoras (como suele pasar), hay hospedajes a menos de 500 metros, desde bungalows sencillos hasta villas con vista al mar.
El Arrocito no necesita publicidad para conquistar. Es de esas playas que encuentras por casualidad y terminas queriendo recomendar… pero solo a la gente que sabes que la va a cuidar. Si buscas paz, mar azul y buenos momentos sin gastar mucho, este es tu lugar.