Aunque cueste creerlo, hay lugares en México donde el dinero todavía no lo es todo. En Santiago Apoala, un pequeño y encantador pueblo en el corazón de Oaxaca, los trueques siguen siendo parte de la vida cotidiana.
Sí, así como lo lees: en lugar de usar billetes o tarjetas, la gente intercambia lo que tiene. Puede ser fruta, tortillas, textiles, miel, quelites… lo que se da con las manos y se valora con el corazón.
Este rincón oaxaqueño, que queda a poco más de tres horas de la ciudad de Oaxaca, ha logrado conservar prácticas ancestrales que ya casi no se ven. Y lejos de hacerlo como una postal turística, lo hacen porque forma parte de su forma de vivir, de relacionarse, de cuidar a la comunidad.
¿Qué hace tan especial a Santiago Apoala como destino turístico?
Según datos del Gobierno de México, además de su historia viva, Santiago Apoala es una joya natural. Su nombre en náhuatl significa “donde reparten el agua”, y basta con visitarlo para entender por qué.
El agua corre por todos lados: hay cascadas que parecen salidas de un cuento, como la Cola de Serpiente, ríos cristalinos, miradores impresionantes y peñas que guardan leyendas.
Entre sus sitios imperdibles están la Gruta, las Peñas Gemelas, el Mirador, la Peña del Diablo y hasta un conjunto de terrazas prehispánicas que están en las laderas como si hubieran crecido con las montañas.
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Y sí, todo esto está dentro de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. Por eso, si se visita, lo ideal es hacerlo con respeto y desde el ecoturismo.
¿Cómo es vivir el turismo comunitario en Santiago Apoala?
Aquí el turismo no es una experiencia prefabricada, es algo que se construye con la comunidad. Son las propias personas del pueblo quienes te acompañan en los recorridos, quienes te enseñan cómo cultivar la tierra, quienes te cocinan y te cuentan historias de cuando los dioses crearon a los primeros mixtecos.
La convivencia es lo que hace que la visita valga la pena. Hay senderismo, talleres agrícolas, rappel, caminatas interpretativas, ciclismo… pero sobre todo hay un intercambio: ellos te comparten su mundo, y tú dejas algo a cambio, más allá del dinero.
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Porque aquí el valor está en lo que se da, no en lo que se cobra. Santiago Apoala no es un destino de moda, y justo por eso es tan especial.
Tiene algo sagrado, algo que se siente en el aire y en el agua. Un lugar donde el pasado no es nostalgia, sino una forma presente de resistir. Y sí, todavía hay quienes creen que lo mejor que se puede dar… no tiene precio.
