La autonomía financiera de una mujer es necesaria para la igualdad

Un trabajo remunerado hace autosuficiente a la mujer al generar sus propios ingresos y dejar de depender de los recursos de terceros, lo que le da autonomía.

Por: Carolina Loaiza | TV Azteca Digital
Lo Que Callamos Las Mujeres
autonomia financiera

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la autonomía financiera consiste en la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones que los hombres. La autonomía económica debe ir más allá, permitiendo el acceso y control de sus ingresos, activos y recursos productivos, financieros, tecnológicos y de su tiempo.

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La autonomía financiera debe integrar además el trabajo no remunerado, es decir, aquel que realiza la mujer sin el pago de ningún sueldo o ingreso, como lo es el trabajo doméstico.

Una de las múltiples formas en que se manifiesta la violencia de género es a través del control, limitación y disminución de recursos económicos y materiales. Al manejar el dinero, el hombre establece en qué, cómo, cuánto y cuándo se han de utilizar los ingresos y patrimonio familiares, pese a que la mujer también participa desde el hogar en la generación de los mismos. La violencia económica es terriblemente injusta y genera una profunda desigualdad en las oportunidades de
desarrollo entre hombres y mujeres, al ser los varones quienes se mantienen como beneficiarios de esta condición de poder económico y que en términos de género, limita la autonomía de las mujeres con el objetivo final de mantener el dominio sobre ellas.

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Para reducir este control y dominio, es imprescindible fortalecer las capacidades y autonomía de la mujer. Su empoderamiento en diversos ámbitos de la vida es, entre otros, una tarea clave para alcanzar el pleno goce de sus derechos humanos, en condiciones de equidad e igualdad con el hombre.

En este camino, la autonomía financiera permite, por medio de un trabajo remunerado, hacer autosuficiente a la mujer, al generar sus propios ingresos y dejar de depender de los recursos de terceros. Además, la autonomía de la mujer favorece el uso individual de su tiempo y una mejora en la productividad social y la reducción de la pobreza.

¿Cómo funciona?

El Banco Mundial (BM) señala que hacer posible la inclusión financiera de las mujeres es pieza clave para que estas puedan ejercer su autonomía económica, dado que el manejo de instrumentos financieros incrementa las posibilidades de planificar la economía personal y familiar, realizar inversiones o tener la capacidad de responder ante emergencias.

Para las mujeres, como ya se mencionó, la autonomía económica significa un gran avance en sus objetivos personales, al llevar a cabo proyectos personales y tener una fuente de ingresos propia. Los servicios financieros a los que las mujeres pueden acceder van desde tarjetas de crédito de la banca comercial, transferencias, pagos, ahorro, seguros de diversos tipos, o bien créditos a la palabra por parte del gobierno.

Para que esto sea posible, primero es menester facilitar una fuente de ingresos a la mujer, es decir, un trabajo remunerado o bien, otorgar créditos a la palabra, con bajos intereses, que le permita iniciar un negocio propio y fortalecer sus habilidades de emprendimiento.

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¿Cuáles son sus causas?

Existen diversas causas que motivan la falta de autonomía económica en las mujeres, todas ellas relacionadas con se conoce como el sistema patriarcal, el cual aglomera todas las creencias, costumbres, acciones u omisiones que ubica en una posición de inferioridad a lo femenino por debajo de lo masculino. Dada esta relación desigual entre géneros, la mujer participa en desventaja en la vida económica de la sociedad, causada entre otras razones, por:

La Violencia de género. Las diferencias estructurales de poder basadas en el género, colocan a las mujeres en una posición de riesgo frente a múltiples tipos de violencia que la relegan a una posición de inferioridad y desigualdad.

Características del mercado de trabajo. El mercado laboral está orientado mayormente al trabajo varonil remunerado, siendo la participación de la mujer aún inferior al porcentaje de hombres que trabajan. Esto no es una casualidad, ya que muchas veces, desde pequeños a los hombres se les atribuyen diferentes habilidades que a las mujeres. Por ejemplo, mientras a un niño se le dice que es bueno en matemáticas y que debería ser ingeniero, a una niña le dicen que sería muy buena mamá porque cuida a sus muñecas.

Las mujeres son relegadas al trabajo no remunerado. Una respuesta a esta situación es la división sexual del trabajo y los roles de género. Por cultura, a la mujer se le relegó al trabajo doméstico no remunerado, al cuidado del hogar y la familia, siendo además, un trabajo que socialmente no se considera como tal.

El tiempo. Si la mujer está dedicada al trabajo doméstico, a menudo se le asigna el cuidado de los hijos, el seguimiento a su educación, la elaboración de alimentos, la limpieza de la casa y el cuidado de la salud familiar, incluyendo a las personas mayores, dejando pocas oportunidades de tiempo para un trabajo formal que permita su autosuficiencia económica.

La pobreza. Este factor profundiza aún más la dependencia económica, siendo las mujeres en quienes se materializan las más hondas desigualdades sociales.

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