Lo que debía ser un regalo de agradecimiento y amor, se transformó en una pesadilla a 4,500 metros de altura. Belinda Taylor, una mujer de 48 años y madre de cuatro hijos, perdió la vida el 13 de junio en el aeródromo de Dunkeswell, en Devon, Inglaterra, cuando el paracaídas que compartía con su instructor no se abrió.
La tragedia fue presenciada por su pareja, Scott Armstrong, el hombre que le había regalado el salto y que observaba desde tierra, con el corazón en un puño.
El salto que selló un destino
El salto era un regalo de Scott para Belinda, a quien describió como su “mundo absoluto” y una “adicta a la adrenalina”. “Era muy amable y generosa. Mi hijo de nueve años vino a vivir con nosotros y ella lo recibió con los brazos abiertos”, relató Armstrong a un diario británico.
Como gesto de gratitud, le compró la experiencia que ella tanto anhelaba. El plan inicial era un salto desde 2,100 metros, pero en el último momento, la emoción pudo más. “Ella dijo que quería hacer uno de 4,500 metros, así que pagué el dinero extra”, recordó Scott.
El horror a través de los binoculares
Con unos binoculares apuntando al cielo, Scott Armstrong siguió al último grupo de saltadores del día. Vio cómo se lanzaban al vacío y entonces notó algo terrible.
“Noté que uno de los paracaídas no se había abierto. Me estaba volviendo loco”, narró. Vio cómo las figuras desaparecían de su vista y, en un acto desesperado, se subió a su coche con su hijo y recorrió los campos cercanos.
La escena que encontró fue impactante. “Encontré a Belinda y al instructor tirados allí, todavía juntos, ambos claramente muertos. Era un espectáculo horrible”.
Una investigación en curso
La policía de Devon y Cornualles ha confirmado las dos muertes y ha iniciado una investigación para determinar las causas exactas del fallo del paracaídas. Las autoridades han hecho un llamado a posibles testigos.
Por su parte, Robert Gibson, director ejecutivo de British Skydiving, expresó su más sentido pésame a las familias, amigos y a toda la comunidad del paracaidismo, sacudida por el fatal accidente ocurrido en un viernes 13.
Para Scott Armstrong, el dolor es absoluto. “La echo mucho de menos. Estoy tan perdido sin ella. Ella significaba el mundo para todos nosotros y nunca la olvidaremos”.
