En México, es común que las personas se encomienden a algún santo o figura religiosa, para agradecer y pedir un milagro; dentro de la Iglesia católica, quizá la más importante es la Virgen de Guadalupe , que a través de la oración mantiene con esperanza a los feligreses.
Santa María de Guadalupe se le apareció a San Juan Diego por primera vez el 9 de diciembre de 1531, en la cumbre del cerro del Tepeyac. El 12 del mismo mes ocurrió la estampación de su imagen en la tilma, que es venerada hasta nuestros días.
¿Cómo orar a la Virgen de Guadalupe?
En el sitio donde se apareció la Virgen María se construyó un templo, para que todos los fieles pudieran acudir a rezarle. En la actualidad, es la Basílica de Guadalupe el sitio que recibe millones de peregrinos, como una muestra masiva de fe.
Los fieles dedican oraciones para agradecer la protección de la Guadalupana, se encomiendan a ella con el fin de que nos les falte salud y trabajo.
Oración a la Santísima Virgen María
Amorosísima y tierna Madre mía, en quien he puesto toda mi confianza, no sé con qué voces pedirte, me alcances del Sagrado Corazón las gracias que solicito.
Yo apuro mi mente y en ella no encuentro frases que interrumpan mi dolor.
He llorado Señora, pero mis lágrimas carecen de elocuencia, he suplicado mucho, mucho, pero mi aliento corrompido en la maldad tal vez no llegará a tus pies.
Marca, dulce Madre, tú que conoces el lenguaje de tus hijos, traduce el mío balbuciente y torpe; aclara mi humilde petición y sé tú quien me interprete para con Jesús: Dile que no sé hablar, que mi lengua de mortal solo vierte frases en el idioma de los hombres.
Haz Señora que fije sus divinos ojos en esta alma pobre que expira en el dolor. Pídele y ruégale que corone mis deseos, que favorezca mis peticiones y que escuche esta oración en memoria de sus agonías. Y aunque él nada me conceda, ¿tú me desamparas Madre mía? ¿Quedarán sin ser escuchadas las súplicas que hoy te hago?
En fin, Señora, si no encuentro remedio a mis congojas, tú pediste y no me conviene que se haga tu santísima voluntad. Son las amarguras que por mis culpas merezco. Amén.
Oración a la Virgen de Guadalupe
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo,
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos
de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes
vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el sacramento de la penitencia, que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
