Culpa compartida por el fentanilo: la droga favorita de los gringos

La dosis letal, con 3 miligramos de fentanilo se está poniendo fin a muchos gringos, mientras su gobierno se concentra en culpar y señalar a México.

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Escrito por: Lesli Jiménez Espinosa

Durante las últimas décadas, los mandatarios de Estados Unidos se han encargado de señalar a México como el responsable del consumo de drogas en su país, pero olvidan que sin demanda, no hay oferta.

Y es justo esa oferta la que cataliza una expansión en la población adicta, así como las lamentables muertes por sobredosis. Un claro ejemplo resulta con el fentanilo, que de febrero del 2021 a febrero del 2022 reportó la muerte de casi 109 mil personas a causa de esta droga.

Pero, ¿qué es el fentanilo y por qué gusta tanto si es letal?

Este opioide sintético fue elaborado con fines analgésicos en 1959, para tratar el dolor de amplio espectro que provocan enfermedades como el cáncer. Fue considerado una “droga milagrosa” porque resulta 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces superior a los efectos de la morfina.

Y sí, los cárteles de la droga encontraron en este analgésico un nuevo nicho de mercado y comenzaron a producirlo, porque además resulta ampliamente redituable. Hasta 2020 producir un kilo de fentanilo a un cártel mexicano le costaba $620,438 pesos mexicanos, alcanzando un valor en el mercado de hasta $383,362,100 pesos.

Sin embargo, la narrativa estadounidense ignora a uno de los actores fundamentales del narcotráfico: los consumidores. Por ejemplo, en 2019, 10.1 millones de estadounidenses de 12 años en adelante abusaron del consumo de opioides; y en 2021 el consumo de marihuana se elevó un 13% entre personas de 19 a 30 años.

Durante los últimos años, Estados Unidos se ha ubicado en las tres primeras posiciones de consumidores de marihuana, cocaína, anfetaminas y opioides a nivel mundial. Tal posición revela las problemáticas sociales internas, porque es ilógico mirar a un consumidor sin considerar su entorno social.

Y a ver, México no es Disney y los cárteles mexicanos no son Médicos Sin Fronteras, pero es importante aclarar que mientras haya demanda, habrá oferta. Por tanto, debemos entender que la culpa es compartida. Y a cada nación le toca hacer lo propio.

Ahora bien, en un panorama ilusorio, si el narco mexicano dejara de producir drogas, de inmediato surgirían en otras latitudes proveedores de estupefacientes, como ya lo hacen.

La fascinación del fentanilo y las dosis para adultos

En la última década el consumo de fentanilo en Estados Unidos ha desplazado a drogas de amplio espectro como la heroína y la mezcla de cocaína con otras sustancias, debido a sus altos efectos eufóricos y sedantes. Y basta consumir 3 miligramos para alcanzar la dosis letal que día a día cobra 64 vidas en ese país.

Cuando se consume fentanilo, se libera una cantidad inmensa de placer, bienestar y tranquilidad. Producto de oprimir botones (neurotransmisores) cerebrales como la dopamina, la noradrenalina y la acetilcolina, pero tras el uso continuo, el cerebro comienza a asimilar la sustancia y a necesitar mayor cantidad para producir los efectos deseados. Y así se alcanzan las sobredosis de fentanilo, que en 2021 representaron el 70% de muertes por dosis letales en Estados Unidos.

EU, la víctima del fentanilo mexicano

Irónicamente, la narrativa estadounidense que culpa a México de sus problemáticas con las drogas, dista mucho de la realidad que le corresponde: mirar al interior de su nación. Un ejercicio similar a “Almas Muertas”, novela del ucraniano Nikolái Gógol.

“Almas Muertas” nos sitúa en la crisis social que atravesó Rusia, tras la guerra de 1918, presentándonos a Pável Chíchikov, un hombre de fondos limitados, pero una ostentación ilimitada. Similar a la ficticia narrativa estadounidense que culpa a otros de sus propios males, mientras se regodea en el victimismo.

Paradójicamente, en medio de ese papel de víctima, Estados Unidos cual Chíchikov logra objetivos importantes; como sostener guerras en Medio Oriente, llevar al hombre a la Luna, ser pioneros y vanguardistas en tecnología, ciencia y economía, mientras se asume como una nación vulnerada por malvados vendedores de drogas.

¿Podrá la potencia económica, militar y tecnológica sobrevivir como junkie? ¿Podrá sostener una narrativa de víctima que en realidad vulnera a sus ciudadanos? ¿O será el fentanilo el cáncer que corrompa al Imperio Yanqui desde sus entrañas?

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