Desde hace más de cincuenta años, Juan Luis Balero se dedica con pasión y precisión a un trabajo que ha sido parte fundamental de la dieta mexicana por décadas: la carnicería.

Su historia comienza desde muy joven, alrededor de los 12 o 13 años, cuando su padre lo invitó a aprender el oficio familiar, que inició en 1950.

Un oficio que pasa de generación en generación

“Desde chavo, tenía yo unos 12-13 años cuando mi papá me dijo ‘¿Sabes qué? Pues vámonos, vas a trabajar conmigo’”, recuerda Juan Luis. Su padre fue quien le impartió las primeras y más importantes lecciones del arte de cortar carne con precisión milimétrica.

Este legado familiar ha visto el paso de los años y la evolución de un trabajo esencial en los hogares mexicanos.

La evolución de la carnicería en México

Don Luis comenta que el oficio ha cambiado considerablemente. “Antes se manejaban piezas enteras y se vendían por piezas completas. Hoy en día todo está despiezado; puedes comprar 20 kilos de bolas, caras o cuetes por separado”.

Esta modernización del despiece refleja un cambio en el consumo y en la manera en que la carne se distribuye a los hogares.

El aumento en los precios de la carne

Un factor significativo que ha impactado tanto a carniceros como consumidores es el constante aumento en los precios de la carne. Según la Asociación Mexicana de Productores de Carne, a finales de junio pasado, el kilo de carne de res alcanzaba los 203 pesos. Don Luis pone en perspectiva este aumento.

“Me acuerdo que cuando empecé, el kilo costaba entre 8 y 12 pesos. Ahora un kilo de la carne más barata cuesta entre 230 y 240 pesos”.

La carnicería de barrio, piedra angular de la dieta mexicana

A pesar de los cambios y el aumento en los costos, la carnicería tradicional sigue siendo un pilar en la alimentación mexicana. Don Luis, conocido y querido en su comunidad, es un ejemplo vivo de cómo el oficio artesanal se mantiene vigente y sigue ofreciendo carne fresca y de calidad a sus vecinos.