Algunas de las mujeres latinas tienen un concepto de belleza en donde un mayor volumen es símbolo de una mujer más atractiva, pero no siempre lo logran a través de una cirugía; aumento de busto, glúteos, piernas, labios o pómulos. Por la falta de información, optan por tratamientos aparentemente fáciles, económicos e inmediatos como las infiltraciones de sustancias modelantes, tales como biopolímeros, aceite mineral, aceite vegetal, o siliconas.
No saben que el daño podría ser permanente e irreversible; llegan a inyectarles hasta aceite de cocina, de carro o de bebé, lo que sea que pueda lograr un aumento en el volumen del cuerpo, es más, ni siquiera en un quirófano, algunos esteticistas lo hacen en spas, salones de belleza o a domicilio, también está el caso de instructores de gimnasio que sin ningún cuidado ni responsabilidad han destrozado la vida de muchas mujeres.
Por lo menos el 90 por ciento de los que infiltran este tipo de modelantes no son médicos y si lo son, no son médicos especializados en cirugía plástica.
El Hospital General realiza estudios y da atención a un gran número de personas que han sido infiltradas ilegalmente y de cada 40 pacientes que visitan el área de cirugía plástica, 30 es por causa de enfermedades derivadas de los modelantes; el 75 por ciento son mujeres y el 25 por ciento hombres.
No solo causan aberración sino terror esas pieles lastimadas, infectadas, carcomidas, consumidas y necrosadas en el mejor de los casos, porque puede ocurrir que el momento más peligroso pudiera ser cuando se inyecta la sustancia, ya que si por accidente se toca con la aguja algún vaso importante puede producir una embolia cerebral o pulmonar e incluso la persona puede fallecer en ese mismo momento.
Vanidad y modelantes, combinación de riesgo para Margarita
Margarita es una de esas mujeres que por seguir las recomendaciones de su amiga, permitió que en un salón de belleza entre tintes, peinados y manicure le inyectaran en el busto unos supuestos polímeros colombianos que habían sido un boom hace seis años y le aseguraron quedaría muy satisfecha con los resultados; ella dice que de momento se sintió contenta, pagó dos mil pesos por inyección y además no sintió dolor.
Pero le duró muy poco el gusto, a los tres años comenzó con picazón, sentía ardor, calor y su busto estaba lleno de pequeñas bolitas. Al acudir con el cirujano plástico, el daño ya era aparente y después de varios estudios que le realizaron resultó que le habían inyectado aceite de bebé; el aceite se había regado por todo su cuerpo dañando músculos, esternón y pulmones.
Lleva apenas seis operaciones donde perdió ya ambas mamas, este padecimiento le desencadenó una enfermedad llamada fibromialgia que la imposibilita del dolor y es tan solo una de las enfermedades que pueden desencadenarse; también están el lupus, neumonitis, enfermedades hepáticas, de riñón y hasta psiquiátricas que pueden poner en peligro su vida.
Margarita está luchando por su vida, aunque la han operado y extrajeron una parte del aceite que se solidificó en su cuerpo, aún permanece el 25 por ciento dentro y toda su vida estará en tratamiento y con la enfermedad latente.
Por desgracia casi del 80 por ciento de los pacientes que piden ayuda ya no tienen muchas esperanzas de recuperación y corren el riesgo de morir.
La vida de Margarita ya nunca será igual, ella dice que se siente muy avergonzada, que no puede creer de qué manera arriesgó su vida por vanidad cuando su hijo la necesita, que su vida sexual no será la misma nunca más porque siente su cuerpo amputado y diferente, quería ganar autoestima y terminó perdiéndola.
Su mirada está triste y llena de arrepentimiento, ella misma no sabe de qué manera no solo afectó su cuerpo, también agrediendo la paz de su familia y le salió muy caro ese procedimiento de infiltración, pudo ahorrarse unos pesos, pero no el sufrimiento de ver su cuerpo gritando de dolor.