¿Te ha ocurrido de sentir cansancio mental? Pues esto es muy común debido a la rutina con la que se vive. Llega un momento en el que el cerebro dice "¡Basta!” pero no es solo cansancio sino que es una alerta de que tu mente ha perdido el rumbo.
Con respecto a la fatiga mental, hay muchos estudios e investigaciones que determinan las causas. Así también dan a conocer las soluciones posibles y es una información a la que debes prestar atención.
¿Qué es la fatiga mental?
La fatiga mental es la disminución progresiva de la capacidad de concentración, motivación y rendimiento cognitivo tras períodos prolongados de esfuerzo intelectual. No se debe confundir con estar aburrido o desmotivado, la fatiga es un estado realy medible en el cerebro. Además afecta directamente las decisiones.
Cuando se experimenta fatiga mental, dos regiones cerebrales clave se activan intensamente: la ínsula derecha, asociada a las sensaciones internas como el agotamiento y el malestar, y la corteza prefrontal dorsolateral, vinculada al control ejecutivo y la memoria de trabajo.
Debido a que las áreas aumentan su comunicación durante el cansancio, parecen actuar una especie de centro de decisiones que valora si vale la pena seguir gastando energía mental… o rendirse.
¿Cómo utilizar el sistema de recompensas?
El sistema de recompensas es cuando el cerebro evalúa constantemente si el esfuerzo vale la pena. Es decir que la mente querrá seguir intentándolo si la recompensa es suficientemente alta.
Durante la fatiga existe una desconexión entre lo que sentimos (agotamiento) y lo que realmente somos capaces de hacer. El cerebro podría estar sobredimensionando el esfuerzo necesario o subestimando su capacidad real.
La brecha que existe entre percepción y realidad podría ser clave para entender por qué, en estados como la depresión o el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la fatiga mental se convierte en un obstáculo muy difícil de superar. Su sistema de valoración del esfuerzo estaría alterado, según estos hallazgos.
Las recompensas pueden ser:
- Define recompensas claras y significativas: el cerebro necesita una razón concreta para seguir, ya sea una meta personal o un descanso programado
- Aplica descansos estratégicos (no solo pausas pasivas)
- Los descansos cortos que implican desconexión total (respirar, salir a caminar, escuchar música) ayudan a “reiniciar” el circuito prefrontal-insular.
- Descompón tareas en pasos pequeños
- Entrena el diálogo interno: la forma en que nos hablamos influye directamente en cómo interpretamos nuestro esfuerzo.
- Explora técnicas de activación
Ten en cuenta esta información para que puedas entrenar a tu cerebro pero también para darle un descanso cuando ya no da más.