El campeonato de monoplazas eléctricos, mejor conocido como Fórmula E vio la luz por primera vez en el 2014; sin embargo, permite que año con año las escuderías puedan ir desarrollando diversas partes de coche para optimizar el rendimiento y elevar el máximo de la tecnología eléctrica que los hace funcionar.
De la misma manera en que la Fórmula 1 y la mayoría de categorías del automovilismo mundial, sirven como un laboratorio de pruebas. La Fórmula E también sirve para que las marcas fabricantes de automóviles y proveedores experimenten con la movilidad eléctrica.
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El principal elemento de un monoplaza de la Fórmula E, sin duda es su batería, la cual contenía en 2014 200 kilogramos de celdas de Li-Ion (de iones de Litio), las cuales pueden proveer un total de 28 kWh, lo cual podría ser equivalente a 4 mil baterías de celulares.
La evolución de los autos de Fórmula E
Hoy en día, los paquetes de baterías alcanzan alrededor de 385 kilos, lo que equivale prácticamente a la tercera parte de todo el tonelaje del automóvil, lo que ha permitido disputar las carreras completas con un solo vehículo, a diferencia de como se hacía en un principio, donde se requerían dos unidades.
Los autos pueden utilizar esta cantidad de energía a un ritmo de potencia determinado por las reglas y está en estricto monitoreo continuo por la FIA a través de la telemetría de los monoplazas.
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La forma en que los vehículos modifica esta energía eléctrica en mecánica es por el conjunto inversor-motor eléctrico-transmisión, que es precisamente la parte del auto que los equipos han podido desarrollar de acuerdo a sus capacidades y necesidades.
El inversor cambia la corriente continua de la batería en corriente alterna que manda al motor, que tiene como función generar el par mecánico que se envía a las llantas por medio de la transmisión, y que finalmente genera el movimiento.