FUERZA INFORMATIVA AZTECA

Así influyó el terremoto de 1985 en el consumo de agua embotellada: De la llave al garrafón

Antes del terremoto de 1985 no se usaba el agua embotellada entre la mayoría de la población; esta tragedia fue el parteaguas para que la dinámica cambiara.

Terremoto de 1985 aumentó consumo de agua embotellada en la CDMX
Sistemas de abastecimiento se dañaron|FIA
Compartir nota

Con el terremoto de 1985 muchas cosas cambiaron, fue un movimiento de magnitud 8.1 que estremeció al entonces Distrito Federal y que dejó destrucción, así como una práctica que no era común en esa época: el consumo masivo de agua embotellada.

El 19 de septiembre de ese año, el sismo destruyó parte de la red que abastecía agua potable a las viviendas, principalmente en la zona centro de la capital mexicana. Esa fue una de las necesidades más apremiantes, junto con la reconstrucción de las viviendas.

“Uno supone que si hubo tuberías averiadas, se arreglaron y el asunto estaba fuera de peligro, pero eso nunca se informó”, explicó la doctora Delia Montero Contreras, profesora investigadora del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Antes del terremoto, las familias consumían el agua de las llaves, pero el terremoto, al destruir las tuberías, provocó la falta del líquido, y una vez que se restableció el servicio, se le pidió a la población hervir agua para tomarla.

Gobierno necesitó millones de pesos para reconstruir tuberías

Al corte del 28 de septiembre, la principal necesidad en el área del desastre era el agua potable, seguida de vivienda, recolección de basura, empleos y atención médica, según datos recopilados en el artículo “Algunas consecuencias de los sismos de septiembre de 1985 en la Ciudad de México”, de la revista científica Salud Pública de México (SPM).

Un mes después del terremoto, la distribución de agua potable comenzó a normalizarse, pero no en todas las zonas devastadas, por lo que los mismos ciudadanos se organizaron para llevar el líquido a los damnificados.

Para hacer frente a los diferentes daños que ocasionó el terremoto, el gobierno Federal reorientó 173 millones de dólares provenientes de créditos otorgados por el Banco Mundial, a la rehabilitación de la infraestructura de telecomunicaciones, reconstrucción de sistemas de agua y drenaje, y atención a los espacios de oficinas públicas.

Además, se aprobó un préstamo de emergencia que otorgó el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la reconstrucción de viviendas, precisó el artículo “El sismo de 1985 y la deuda externa. Economía política y moral de un desastre”, del Colegio de México.

El riesgo de consumir agua sucia está en las cisternas y tinacos

En entrevista con Fuerza Informativa Azteca (FIA), la investigadora Delia Montero detalló que cuando ocurrió el sismo, la mayoría de la población no usaba garrafones de agua potable, por lo que se complicó el acceso al líquido para algunos sectores.

El terremoto de 1985 fue el parteaguas para que esa dinámica de consumo cambiara. “No se dio la información, solo se dijo que se hirviera (...) la gente siguió en esa inercia de seguir hirviendo el agua”, añadió.

La doctora Montero también detalló que esa época eran pocas las empresas que distribuían agua embotellada, pero ante el temor de que el agua de las tuberías estuviera contaminada, la demanda fue creciendo.

Después del sismo, se pasó del agua de la llave al agua hervida, y en la década de los 90, paulatinamente creció la demanda por agua de garrafón.

“En ese tiempo no había riesgo, el problema principal es la falta de lavado de cisternas y tinacos, se debe hacer por lo menos una vez al año, el problema es al interior de las casas”, expuso.

A decir de la profesora Montero, en los años 2000 se consolidó por completo el consumo de agua embotellada, con la entrada a México de empresas trasnacionales. Después, creció la popularidad de las purificadoras.

Existen muchos aspectos y sectores de la vida cotidiana que fueron trastocados por el terremoto de 1985, pasando por las formas de consumo de agua, hasta las personas que se quedaron sin hogar, así como el trazado urbano de la Ciudad de México (CDMX), que no volvió a ser el mismo.

Pero de los escombros por la caída de edificios emblemáticos, algo surgió, ya que también se inició una cultura de Protección Civil para prevenir que las personas fueran sorprendidas por un sismo que, en segundos, puede cambiar miles de vidas.

Nota