“Yo lo que quería era morirme, yo decía: yo no quiero estar aquí si no va a estar él. Dios mío, ¿por qué a mí?”. Así describe Luz Antonia, una madre buscadora donde ese momento marcó su vida para siempre: el 2 de enero de 2024, cuando su esposo Javier Yakavet, su cuñado Karim y Paulo, uno de los trabajadores del negocio familiar, desaparecieron en Jalisco.
Desapariciones destruyen familias en Jalisco
Desde la desaparición de los familiares de Luz ella no duerme. “No porque no quiera, sino porque no puedo”. Su rutina se rompió ese día y fue sustituida por llanto, hambre y desesperación. “No dormía, no comía, me la pasaba llorando”, recuerda.
Luz era ama de casa, hoy es madre buscadora, madre de tres pequeños y jefa de familia. “Ahorita tengo que ver cómo les voy a dar de comer, cómo voy a pagar la renta”, dice. Sobrevive como puede: vende artículos, apoya en labores domésticas, pero no puede tener un trabajo fijo. “Un trabajo en específico no lo puedo tener porque no tengo quien me cuide a mis hijos”, explica.
La desaparición ocurrió a plena luz del día, en la colonia Morelos de Guadalajara. Varios sujetos armados llegaron en camionetas al negocio familiar y se llevaron a los tres hombres. “Se ve cómo se bajan como locos y los empiezan a amagar”, relata Luz.
Luz no duerme ni come desde que secuestraron a su esposo, cuñado y trabajador en #Guadalajara.
— Fuerza Informativa Azteca (@AztecaNoticias) May 6, 2025
Madre de tres, vende artículos y hace labores domésticas para sobrevivir. Tras denunciar, recibió amenazas y le exigieron 400 mil pesos.
Entregó el dinero, pero sigue buscando a los… pic.twitter.com/0WndYiinFg
Junto a Marisol, la esposa de su cuñado, Luz decidió denunciar. Sin embargo, mientras estaban en el Ministerio Público, recibieron una llamada, les exigieron no continuar con la denuncia y les pidieron 400 mil pesos a cambio de liberar a los desaparecidos.
Vendieron autos, empeñaron lo que pudieron y Luz, sola, entregó el dinero. “Mi mamá no estaba de acuerdo que yo fuera sola y me decía que te acompañe tu suegro y yo no, es que él está diciendo que no, que yo sola. Y me decía, Tota, aquí te están esperando tus hijos. Ya se llevaron a su papá. Si tú les faltas, ¿qué vas a hacer?”.
A pesar del temor, lo hizo, pero nadie volvió. “Pasó una hora, pasó hora y media, pasaron dos horas, tres horas y nada”.
Se convierten en madres buscadoras
Desde entonces, Luz y Marisol se han convertido en madres buscadoras. Marisol también tiene un hijo de 10 años. Ambas enfrentan la angustia diaria de salir a buscar sin resultados. “La desesperación de salir a buscar y no encontrar. De ver a tu hijo llorando”, dice Marisol.
Luz continúa con esa herida abierta que no cicatriza. Busca con las uñas, el alma y el corazón. Reza, pregunta, investiga y suplica. “Son tres seres humanos, cómo no vas a saber dónde están”, reclama.
El pasado 5 de marzo, en el rancho Izaguirre, pasó horas escarbando y halló objetos inimaginables. Ese hallazgo no frenó su búsqueda, la intensificó. “Dejar de buscar no es opción”.
Hoy, Luz sigue luchando. Exige lo que nunca debería negársele a una madre, a una esposa, a una familia: verdad, justicia y paz