Seguramente los ha visto en la calle, en los semáforos o en las esquinas concurridas. Son indígenas desplazados del sureste mexicano que llegaron a la Ciudad de México para sobrevivir. Sin embargo, detrás de la mano extendida pidiendo ayuda, se esconde una realidad brutal: viven hacinados, trabajan todo el día y entregan lo que ganan en un esquema de explotación silencioso.
La historia parece repetirse una y otra vez: vienen de Chiapas, traen el mismo cartelón pidiendo ayuda (a veces alegando que la abuelita está enferma) y, curiosamente, todos pagan lo mismo por un techo precario.
Hacinados: 15 personas en un cuarto
Testimonios recabados mediante cámara escondida revelan las condiciones infrahumanas en las que habitan.
—"¿Y aquí cuánto pagan?” —"Dos mil también”. —"¿Y cuántos caben?” —"Unos 7, porque está muy pequeño el cuarto... somos muchos, como 10 o 15 que estamos en la casa”, confesó uno de los entrevistados.
Huyen de la violencia y la pobreza extrema de sus comunidades, donde el trabajo es duro y mal pagado. “Hay trabajo en el campo, pero no pagan bien, 80 pesos al día”, señalan para justificar su llegada a la capital.
¿Ayuda o trata? El trasfondo de la explotación
Aunque aseguran haber llegado por su voluntad para “sobrevivir”, para la activista y escritora Eufrosina Cruz Mendoza, existen señales claras de un trasfondo de explotación laboral y trata.
“Hay que saber las señales del porqué es el mismo patrón, la misma circunstancia, pagan la misma renta... donde les ofrecen un cuartito y les dicen: ‘yo te voy a ayudar’ y resulta que todo lo que ganan en un día se los quitan”, advierte Cruz Mendoza. El modus operandi es idéntico: mismos horarios (de 9 de la mañana a 5 de la tarde) y los mismos días de trabajo, operando como una “empresa” de la mendicidad.
Son familias de 10, 15 o 20 personas que han tomado las esquinas de la ciudad. Lo más grave son las niñas que, sin infancia, se convierten en mamás a la vista de todos.
“Es una omisión de un Estado que permitió que esa niña se convierta en mamá... son muchos elementos, circunstancias y factores de los que deberían ser responsables las instancias gubernamentales...”, sentenció la activista. Son los mexicanos invisibles. Aquellos que no recibieron educación, salud ni seguridad, simplemente porque el sistema decidió no verlos y negarles una oportunidad.