A las 7:17 de la mañana ocurrió el rompimiento de una gran falla, en los límites de la placa tectónica Norteamericana con la de Cocos; el entonces Distrito Federal se enteró de esta fractura dos minutos después, cuando los edificios colapsaron. Las costureras de San Antonio Abad fueron solo una parte de la población que supo, de manera abrupta, la fuerza con la que llegó el terremoto de 1985.
¿El día? 19 de septiembre… ¿La hora? 7:19 de la mañana… ¿La magnitud? 8.1 y una duración que, a pesar de sentirse eterna, fue de poco más de dos minutos.
Mientras el rompimiento entre las dos placas tectónicas ocurría, los habitantes de lo que hoy conocemos como Ciudad de México (CDMX) eran atendidos en hospitales, esperaban el transporte, comenzaban a salir de sus camas o iban en camino a su trabajo; en fin, hacían su vida como un día cualquiera.
El horror entre máquinas y telas de las costureras en San Antonio Abad
Ese fue el caso de Guadalupe López Cruz, quien había tomado un microbús para llegar a su trabajo, pero las lluvias que cayeron un día antes, provocaron que el transporte buscara otra ruta, retrasándola… aunque es más acertado decir, salvándole la vida.
“Dijo que había inundación y se iba a ir por otro lugar, se tardó mucho más. Yo alcancé a llegar a Tasqueña, ya no entré al Metro, me agarró el temblor afuera del Metro (...) Agarramos otro transporte y alcanzamos a llegar al Metro Portales porque de ahí ya no hubo paso, estuvimos rodeando para llegar”, explicó a Fuerza Informativa Azteca (FIA).
Lupita, y su hermana, que también era costurera, sobrevivieron al sismo; desafortunadamente, hubo personas que trabajaban en otro edificio que quedaron atrapadas entre los muros destruidos y los fierros retorcidos.
En su libro “Contar las cosas como fueron”, la costurera Evangelina Corona narró que en ese edificio colapsado estaba una fábrica llamada Topeka, de la cual sacaron rollos de tela ensangrentados, pero no pasó lo mismo con los cuerpos de todas las costureras, porque de muchas ya nunca se supo.
Lo mismo recuerda Lupita, quien regresó a la zona siniestrada en los días posteriores al terremoto y constató que los dueños de las empresas no pensaron en las víctimas.
No podíamos hacer nada, no nos dejaban acercarnos, después el edificio se hizo como un sándwich, se aplastó, ni siquiera se podía como en otros edificios que las mismas personas entraran y pudieran hacer algo, pero los patrones se las ingeniaron porque sacaron algunas telas, máquinas.
Alrededor de 200 mil trabajadoras de la industria del vestido se quedaron sin empleo, de acuerdo con datos de la CTM y la CROC, recuperados por una cronología hecha por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Así nació el sindicato de las costureras, en medio del dolor y la incertidumbre
FIA también entrevistó a Aldegunda Rojas, miembro de la Asociación de Costureras y Costureros A.C., ella nos compartió que en los minutos que siguieron al temblor los ciudadanos llegaron a las zonas derrumbadas para ayudar, pero cuando arribó el Ejército, acordonaron todo.
En lugar de dejar entrar a que rescataran a las compañeras, pusieron vallas, entonces ya no dejaban, y entonces se empezó a organizar la gente, estar al pendiente de que no se llevaran las máquinas, que sí se llevaron, pero algunas cuantas se lograron recuperar y telas. Las compañeras no les interesaban, incluso entre los escombros se llevaron parte de las compañeras y de eso nunca se supo.
Todo esto hizo que las costureras se dieran cuenta de las condiciones laborales que tenían, de explotación y abuso, por lo que comenzaron a reunirse y hacer las gestiones necesarias para formar un sindicato.
Primero se integraron dos grupos: la Organización de Costureras del Centro, con 600 costureras, y la Unión de Costureras en Lucha, que reunía a trabajadoras de 15 fábricas ubicadas en San Antonio Abad.
Hicieron su primera gran marcha el 12 de octubre, en la que también participaron damnificados y otros trabajadores afectados por el terremoto. Ante la falta de respuestas, volvieron a marchar el 18 del mismo mes, hacia Los Pinos, donde tuvieron una audiencia con el presidente Miguel de la Madrid.
El secretario de Trabajo y Previsión Social, Arsenio Farrell, anunció la creación de un contrato-ley para proteger a las trabajadoras de la Industria del Vestido de todo el país.
El 20 de octubre de 1985, Arsenio Farrell Cubillas, quien era secretario de Trabajo y Previsión Social, entregó el registro legal al Sindicato Nacional de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre. Ese día, Evangelina Corona fue nombrada como Secretaría General del Comité Ejecutivo.
En su primer año, el sindicato tuvo alrededor de ocho mil agremiadas de 40 fábricas; sin embargo, luego de problemas internos, comenzó a reducirse el número de afiliadas.
En 1992 eran aproximadamente 500 afiliadas y para 1994 había solo 250 sindicalizadas, fue ese año que perdió su registro nacional.
Algunas costureras sobrevivientes y otros integrantes del primer comité del sindicato no dejaron morir la lucha, formaron la Asociación de Costureras y Costureros 19 de septiembre A.C., desde la que quieren seguir apoyando a trabajadores y en sus aulas, entre máquinas de coser, mantener viva la memoria de las mujeres que no callaron pese al ruido de los derrumbes.