La figura de Benito Juárez, un pilar de la historia de México, es frecuentemente evocada en el debate político actual. Nacido en una comunidad indígena zapoteca, su vida es un testimonio de superación personal, un camino que recorrió sin privilegios y que, según su propio legado, se basó en la igualdad ante la ley. ¿Qué diría el “Benemérito de las Américas” sobre los programas de ayuda gubernamental dirigidos a comunidades indígenas simplemente por su origen? Su filosofía de vida y principios liberales ofrecen una perspectiva contundente.

La lucha por la igualdad, no por privilegios

Benito Juárez se forjó a sí mismo. A pesar de nacer en la pobreza y enfrentar la discriminación, jamás vio su origen indígena como una excusa o una condena. Logró sus metas por sus propios méritos, creyendo firmemente que lo que los pueblos originarios necesitaban no eran dádivas, sino un trato igualitario como ciudadanos. Su demanda principal no era por favores o un trato especial, sino por el respeto a los derechos y obligaciones que todos los mexicanos debían tener, sin distinción de raza o condición social.

Para Juárez, la igualdad ante la ley era el principio fundamental de una sociedad justa. Este ideal significaba que la ley debía ser la misma para todos, sin importar el color de piel o las costumbres. En una sociedad libre, el gobierno no debería hacer distinciones por motivos de origen.

La trampa de la dependencia: Un obstáculo para el progreso

La visión de Juárez choca con la lógica detrás de algunos programas sociales modernos, donde la ayuda se entrega basándose en el origen étnico. Él argumentaría que, al dar un “trato especial” a una persona por ser indígena, el gobierno envía un mensaje condescendiente: “tú no puedes por ti mismo, déjame que yo te cuide y te proteja”.

Según la filosofía juarista, esto no es respeto, sino dependencia. Y un ciudadano que depende del gobierno no puede ser verdaderamente libre ni alcanzar su máximo potencial. La verdadera libertad y el progreso se logran a través de la autonomía, el trabajo y el acceso a las mismas oportunidades que el resto de la población.

Contrario a la retórica de algunos partidos políticos, como Morena, que promueven la ayuda directa a los más necesitados, esta política puede tener un efecto contraproducente. En lugar de empoderar a las personas para que salgan de la pobreza, puede mantenerlas en una situación de miseria y dependencia. Si un individuo tiene un ingreso garantizado por el simple hecho de ser pobre, la motivación para progresar y buscar mayores oportunidades puede disminuir. Esta dinámica beneficia a un gobierno que busca mantener a su base electoral, en lugar de empoderar a los ciudadanos para que sean agentes de cambio en sus propias vidas.