Por una empatía que no emigre; EU es la meta de muchos migrantes

Desde finales del siglo XIX y principios del XX, miles de migrantes han hecho hasta lo imposible por llegar a Estados Unidos en busca de una mejor vida.

Crisis migratoria - Editorial Fernanda Ortega
Crisis migratoria - Editorial Fernanda Ortega|FIA

Escrito por: Fernanda Ortega

Desde finales del siglo XIX y principios del XX, europeos, asiáticos y americanos (porque americanos somos desde Alaska hasta La Patagonia, no solo los gringos) han hecho hasta lo imposible por llegar al país de las barras y las estrellas, en busca de una mejor vida. Los migrantes no abandonan el sueño de llagar a Estados Unidos.

Algunos se quedan en el camino, pero otros tantos logran sortear toda clase de obstáculos que van desde asaltos, hasta cruzar el desierto con pocas provisiones.

Además de las penurias por las que pasan los migrantes en su andar, están las barreras institucionales, que en muchos casos, son erigidas arbitrariamente.

Imagina la siguiente escena por un momento: Un inmigrante camina sobre una carretera mexicana, con miras a llegar a la frontera norte. De repente, un agente lo detiene, con el argumento de haber entrado al país de manera ilegal. El inmigrante pasa 6 meses arrestado en una estación migratoria, sin deberla ni temerla, bajo condiciones que violarían cualquier tratado de Derechos Humanos. Posteriormente es obligado a solicitar el Retorno Asistido, y vuelve a su país.

Bajo este ejemplo, hay varias irregularidades cometidas, como el hecho de que no pueden detener a alguien solo por ser inmigrante sin documentación. Esto no es un delito, sino una falta administrativa. De igual forma, tampoco puede permanecer en circunstancias infrahumanas durante su estancia en la estación migratoria.

En fin, sabemos que como civiles, luchar contra las anomalías de los sistemas migratorios y las decisiones políticas tomadas por Estados Unidos y México, es como dar patadas al aire, pero eso no nos exenta de hacer nuestra parte.

A lo que voy es que, desde hace meses, una cantidad importante de venezolanos, tan solo 187 mil en lo que va del año, han llegado a la frontera de México con Estados Unidos. Salen de su país, no por gusto, sino por la precariedad en la que viven, o díganme ¿qué se puede hacer con un salario mínimo de 16 dólares mensuales? Y si a esto le sumamos la represión política y la escasez de alimentos y medicinas, pues peor.

Muchos de ellos, al igual que otros miles de migrantes, han cruzado al otro lado, pero son regresados a nuestro país, donde oficialmente ya son recibidos. Otros tantos, se encuentran varados aquí, esperando misericordia de los vecinos norteños.

Y es que con la extensión del Título 42, por el que el presidente Joe Biden cruzó los dedos, sin éxito, para que acabara en mayo, y con la publicación de requisitos para ser acreedor a uno de los 24 mil permisos que se ofrecen a los venezolanos para vivir en Estados Unidos, cumplir el sueño americano no ha sido ni será nada fácil.

¿Y qué le queda a nuestros hermanos del sur?

Esperar. Esperar a que la cifra de permisos aumente, o encontrar la forma de cruzar el río o el desierto de manera irregular. Mientras tanto, ya que sería un suicidio regresar a Venezuela, deben mantenerse en México, viviendo con la ayuda de organizaciones en pro de los migrantes y de la sociedad.

Claro, sabemos que la situación nacional no es la mejor, sin embargo, no necesitamos darles cantidades enormes de dinero ni invitarlos a dormir en nuestras recámaras. Tal vez no tengamos nada material para dar, pero a veces la empatía es más que suficiente.

¿Qué tal si dejamos de lado los comentarios xenófobos o las miradas cargadas de desprecio cuando encontramos a un migrante por la calle? Pongámonos en el lugar de ellos: son refugiados escapando de una de las dictaduras más cruentas de América Latina; son refugiados que huyen de la miseria económica causada por el régimen de Nicolás Maduro, donde no hay oportunidades de ningún tipo.

Y aunque probablemente nosotros nunca tengamos que acudir a un “pollero” para que nos lleve al otro lado, todos en algún momento hemos sido vulnerables ante una situación o un grupo de personas.

Recordemos aquellos episodios, antes de pensar, siquiera, la posibilidad emitir un insulto hacia los inmigrantes.

¿Cuál es tu opinión al respecto? Cuéntame en los comentarios.

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