En el corazón de un estado conocido por tener la población indígena más grande del país, dos jóvenes oaxaqueñas, Betzabeth y Raquel, decidieron forjar su propio camino. A diferencia de lo que tradicionalmente se espera en muchas comunidades indígenas—una vida dedicada al hogar y la familia—ellas optaron por un sendero que pocos recorren: el de la educación universitaria.

Betzabeth y Raquel desafían las expectativas sociales

Aunque muchas mujeres eligen libremente el rol de amas de casa, ellas consideran que no debería ser la única opción disponible. Hablantes de zapoteco y español, estas mujeres salieron de sus comunidades para buscar un futuro más amplio, un viaje que estuvo lejos de ser sencillo.

El proceso de obtener una educación superior estuvo lleno de obstáculos. Al venir de una comunidad originaria, se enfrentaron a tratos despectivos y mofas, pero utilizaron estas experiencias para fortalecerse. Lejos de avergonzarse de su herencia, su lengua materna se convirtió en su mayor activo. Hoy, ambas son licenciadas y, además, se desempeñan como intérpretes, demostrando que su bilingüismo es una valiosa herramienta.

Afrontan discriminación, pero su herencia cultural se convierte en un recurso invaluable

A pesar de sus logros académicos y profesionales, el acceso a un empleo digno y con un salario justo sigue siendo un desafío considerable. Las jóvenes señalan que, en este país, el hecho de hablar una lengua indígena puede actuar como un impedimento para las oportunidades laborales. Una de ellas relató que, al ser contactada para trabajar como traductora en La Guelaguetza oficial, un evento de gran importancia cultural, el pago que le ofrecieron fue de solo 600 pesos. Esta situación ejemplifica la dificultad que enfrentan al tratar de monetizar de manera adecuada su conocimiento lingüístico.

Impulsadas por la necesidad de ayudar a los suyos, Betzabeth y Raquel acuden a hospitales donde se atiende a miembros de comunidades indígenas. Allí, su trabajo de interpretación salva vidas.

Labor de jóvenes oaxaqueñas y su labor cómo intérpretes

Durante una de sus visitas, descubrieron un caso en el que un paciente estaba recibiendo una dosis doble de medicamento, simplemente porque el personal médico no pudo entender los síntomas que describía en su idioma nativo.

Este tipo de situaciones las ha impulsado a insistir en que sus voces sean escuchadas. Ellas afirman que el ser una mujer indígena no es una simple estadística, y que, a menudo, títulos como “el Año de la Mujer Indígena” son únicamente palabras vacías. Desean que estos discursos se transformen en medidas gubernamentales tangibles y en un verdadero apoyo para las mujeres de sus comunidades.