La reciente aprobación unilateral de las reformas a la Ley de Amparo ha demostrado la intolerancia política y la falta de autocrítica dentro del actual régimen encabezado por Morena. Este comportamiento, cada vez más evidente, se asocia con un fenómeno estudiado en la psicología: el síndrome de Hubris, un trastorno de la personalidad vinculado con el ejercicio prolongado del poder.

El término, acuñado por el neurólogo británico David Owen, describe cómo algunos líderes políticos desarrollan una sensación de superioridad extrema, llegando a creer que siempre tienen la razón, que son moralmente superiores y que su visión es la única válida.

¿La política mexicana sufre el síndrome de Hubris?

Ejemplos recientes muestran cómo esta actitud se ha ido consolidando en el discurso político mexicano.

Durante una conferencia en enero de 2024, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador respondió a un periodista con la ya famosa frase: “Respeto mucho tu punto de vista, pero no lo comparto… porque yo tengo otros datos”.

Esa convicción, que en principio puede parecer simple persistencia, revela un patrón: la incapacidad de reconocer errores o aceptar información contraria, un rasgo distintivo del síndrome de Hubris.

Algo similar ocurrió en julio de 2022, cuando el mandatario defendió nuevamente su política de seguridad con el argumento de “abrazos, no balazos”, pese a la creciente evidencia de su ineficacia.

El poder absoluto y la verdad única del gobierno mexicano

En los niveles más altos del poder, esta tendencia se traduce en una negación sistemática de las críticas.

La actual presidenta, Claudia Sheinbaum, recientemente declaró que quienes cuestionan la constitucionalidad de las reformas a la Ley de Amparo “mienten deliberadamente o actúan por consigna”.

Esa afirmación refleja un tono de autoridad moral incuestionable, donde toda discrepancia se percibe como ataque, y la verdad se define desde el púlpito del poder.

El costo social del Hubris político

Los psicólogos advierten que los líderes afectados por el síndrome de Hubris suelen confundir liderazgo con infalibilidad, lo que los lleva a suprimir el pensamiento crítico dentro de sus equipos y en la sociedad. Este tipo de liderazgo termina sofocando la creatividad, el diálogo y la diversidad de ideas, pilares esenciales para una democracia saludable.

En el contexto mexicano, esta actitud ha derivado en reformas aprobadas sin consenso, descalificación de opositores y una creciente polarización política. Cuando el poder se ejerce desde la soberbia, se pierde la capacidad de escuchar y aprender, y con ello, la posibilidad de construir acuerdos.

Frente a este panorama, especialistas en conducta política señalan que la única cura posible para el síndrome de Hubris es la autocrítica constante, el respeto por la pluralidad y la rendición de cuentas. En otras palabras, el verdadero liderazgo no consiste en imponer la verdad, sino en reconocer los límites propios y escuchar otras voces.

Porque en la medida en que los gobiernos se crean dueños absolutos de la razón, matan la esencia del pensamiento crítico, indispensable para el avance colectivo.