México es un país que posee una enorme riqueza cultural gracias a sus tradiciones, muchas de esas provenientes desde la antigüedad y que han permanecido hasta la actualidad entre sus pobladores. Es el caso de una localidad de Guerrero en la que se cree, existe un ritual que es ideal para atraer la lluvia y así poder tener suficiente para las cosechas.
Dicho lugar es Acatlán, ubicado en la región de Chilapa, donde anualmente se lleva a cabo la “pelea de jaguares”, que es una especie de danza que tiene como propósito ofrendar a las deidades que rigen las tormentas. De acuerdo con información del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI), esta festividad se lleva a cabo los días 2 y 3 de mayo.

Y aunque tiene como propósito principal rendir honor al legado de la Santa Cruz, coincide con otras localidades cercanas que también tienen estas fechas como las predilectas para pedirle a la naturaleza que les dé lluvia suficiente para mantener sus sembradíos y que no sufran de escasez. Por lo que hay quienes piensan que es un cúmulo de todas estas energías lo que les da buenos resultados.
¿Cómo son las “peleas de jaguares” para llamar a la lluvia en Guerrero?
Aunque tienen un nombre que puede ser impresionante para quienes no están habituados a estas costumbres, las “peleas de jaguares” en Guerrero no involucran violencia ni utilizan a animales reales. En su lugar, se recurre a vestimentas tradicionales que representan a este felino, pero no como los conocemos hoy en día, sino como se creía que eran cuando se les veía como sagrados.
En cuanto a por qué se percibe que los jaguares tienen relación estrecha con la lluvia, un artículo del Instituto Arqueológico de América explica que esta creencia data del periodo olmeca, acontecido hace aproximadamente 3 mil años. Así que la práctica se mantuvo a pesar del paso del tiempo como una tradición arraigada de Acatlán que fascina a los visitantes.

De modo que las capacidades que se le han adjudicado, son la fuerza de sus garras que se vincula con los rayos; mientras que al ser un depredador dominante, evoca la fuerza y derramamiento de sangre, que se percibe como ofrenda para las tormentas. Es decir, para los pobladores de este increíble lugar en Guerrero, la sangre derramada en los combates es lo que garantiza que tendrán agua en todo el año.