Carlos Manzo, el valiente alcalde de Uruapan, Michoacán, que viajó a la Ciudad de México (CDMX) para suplicar ayuda federal ante la escalada de violencia en su municipio, fue asesinado 135 días después de haber denunciado que su vida y la de su hijo corrían peligro. El crimen se cometió en el corazón de Uruapan, a pesar de que el edil vivía con chaleco antibalas y contaba con guardias federales.
Las amenazas que recibió Carlos Manzo hacia él y su bebé
El caso del alcalde Carlos Manzo se dio a conocer en la capital en junio de 2025, cuando acudió a Palacio Nacional para buscar un diálogo directo con la presidenta Claudia Sheinbaum y obtener apoyo para enfrentar a las múltiples bandas de la delincuencia organizada que operaban en su territorio.
En aquella ocasión, Manzo reveló las amenazas directas que ya había recibido por los operativos implementados con su policía municipal:
“Amenazaron el primero de septiembre que iban a venir por mí y que iban a levantar a mi bebé, que es un bebé [que tenía] un año y ahorita [tiene] un año nueve meses, y ahorita estamos enfrentando esto, pero prefiero asumir los riesgos por hacer las cosas bien que por hacer las cosas mal”.
Uruapan, Michoacán, una zona de guerra ignorada
Manzo no buscaba “pistolitas de agua"; buscaba la intervención urgente del Estado Mexicano. En su visita a la CDMX, el alcalde, que mostraba el armamento que su policía lograba decomisar, intentó entregar un reporte al Ejército para evidenciar la gravedad de la situación:
“No estamos encontrando pistolitas de agua... Estamos encontrando zonas de guerra, donde hay minas, donde hay granadas, rifles con lanzagranadas, proyectiles que avientan desde drones y armas calibre 50 que son de uso del exclusivo del Ejército, que son materiales de guerra prácticamente."El alcalde vivía bajo riesgo, usando siempre chaleco antibalas y justificando su “locura” por atreverse a ir al frente de la batalla: “Si estoy loco porque un cuerdo no se atreve [sic] hacer este tipo de situaciones y sobre todo ir al frente a tomar en estas decisiones que son para darle paz social al municipio que gobiernas”.
Solo 135 días después de hacer estas declaraciones y clamar por la fuerza del Estado, Carlos Manzo fue asesinado en Uruapan, demostrando que ni un chaleco antibalas, ni los guardias federales, ni las denuncias públicas son suficientes ante la indiferencia ante la violencia en Michoacán.












