Cuando se habla de desapariciones en México se piensa que solo las madres buscadoras están en la lucha para obtener alguna pista de sus hijos, pero a esta búsqueda también se le suman los padres.

En un país donde la cifra de desaparecidos parece ir en aumento, son los colectivos, integrados por mujeres y hombres, quienes han dejado todo para dar con sus seres queridos.

Porque quizá el Estado hace poco para buscarlos, pero son ellos quienes, día a día, desentierran fosas y se trasladan a los lugares más inhóspitos con la esperanza de encontrar aunque sea el rastro más pequeño.

La historia de Raúl Servín: 7 años en búsqueda de su hijo

Raúl Servín, integrante del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, lleva más de siete años buscando a su hijo desaparecido en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco.

Según relata, su hijo fue privado de la libertad al intervenir para defender a un amigo, pero mientras él fue liberado en el lugar, a su hijo se lo llevaron con rumbo desconocido.

“Yo me convierto en padre para poder localizar a mi hijo así, de la manera que Dios lo decida”, dice Raúl, mientras participa en las búsquedas organizadas por su colectivo.

Cansado de la inacción de las autoridades, Raúl recorre calles, casas abandonadas, ranchos y parajes en busca de cualquier pista.

“Ellos quieren que yo les lleve las pruebas…Yo sigo arriesgando mi vida, yo no traigo un arma, pero sigo arriesgando mi vida por saber dónde está mi hijo cuando a ustedes les corresponde. Siete años, seis meses que mi carpeta está compuesta de nada”.

Padres buscadores: La esperanza que vive en medio del dolor

Como muchos otros padres buscadores, Raúl combina su vida con trabajos temporales para poder financiar las búsquedas. Es mesero en eventos especiales, un empleo que le permite disponer de tiempo para salir al campo, pero que también le ha costado pérdidas laborales.

“Desgraciadamente he perdido trabajos o he dejado de ir a trabajar cuando se me anuncia que hay una búsqueda de campo. Tengo esa necesidad, esa necesidad de encontrar y localizar a mi hijo”.

Su dolor personal se ha convertido en compromiso colectivo. Hoy Raúl ya no busca únicamente a su hijo: lucha por todos los desaparecidos. Por todos los hijos que no pudieron llegar a casa.

“Esto no va a parar. No nomás es mi hijo, son muchos los desaparecidos y ahora sí que yo lucho por todos y hasta encontrarlos y poderles dar tranquilidad a las familias”.

Colectivos de búsqueda en México: La deuda pendiente del gobierno

Historias como la de Raúl muestran que el amor paterno también grita, exige y sostiene la esperanza de encontrar a quienes hoy no están. Son padres que luchan, hombres que no se rinden, que trabajan con las madres buscadoras para recorrer terrenos difíciles y exponer la falta de acción de las autoridades.

“Yo tengo la fe bien puesta y la esperanza de que así va a ser. Ya que diga Dios que no lo voy a encontrar, pues él solo decide. Ya me tocará ver a mi hijo entonces allá arriba”.

En México, la búsqueda de personas desaparecidas no tiene género: son familias enteras que, impulsadas por el amor y la desesperación, dejan todo para encontrar respuestas en una lucha silenciosa.