El núcleo de Tulum, tanto en su área central como en la parte conocida como “el pueblo”, evidencia una profunda recesión generada por la drástica disminución de visitantes extranjeros en los últimos meses.
La situación ha provocado que comercios emblemáticos bajen sus cortinas o se vean obligados a modificar sus horarios. Un reconocido establecimiento de alimentos provenientes del mar ya no opera, y una popular taquería de barbacoa ha cesado sus actividades. Incluso el icónico punto de venta de jugo de caña, Batey, ha modificado su esquema de servicio. Los residentes y propietarios de empresas ruegan por un respiro económico que devuelva la atención del público a este destino, revitalizando así los ingresos esenciales de miles de hogares.
Cierre de emblemáticos comercios y caída drástica en visitantes extranjeros a Tulum
Esta localidad, que antes era sinónimo de prosperidad y grandes proyectos de edificación, ahora refleja un panorama desolador. En los meses recientes, la actividad comercial ha ido en picada, una situación que se vuelve particularmente difícil de gestionar dado el elevado costo de mantener cualquier tipo de operación.
El mes de octubre resultó ser el más complejo para la mayoría de los comerciantes, afectando tanto a negocios consolidados como a emprendimientos pequeños. Los cuantiosos recursos federales que se destinaron al desarrollo de la zona, incluyendo la inversión de 20 mil millones de pesos para un nuevo aeródromo y los tres mil millones dedicados al Parque del Jaguar, ahora se perciben en un silencio sepulcral.
Construcción y proyectos de infraestructura en Tulum están paralizados
La vibrante sinfonía de la construcción se ha detenido. Ya no se escuchan martillos, ni el rugido de la maquinaria pesada o las grúas en movimiento. Es una auténtica crisis para el sector de la edificación.
En el área, es habitual encontrarse con proyectos de infraestructura que han sido paralizados por completo. Resulta irónico que algunas de estas obras congeladas aún conserven pancartas de “Se Vende”, una “gran oportunidad” que, sin embargo, nadie ha aprovechado recientemente.
Un auge considerable existió gracias a las grandes obras de infraestructura, como el proyecto ferroviario, el parque ecológico y la terminal aérea; en aquel entonces, el movimiento y la capacidad de subsistencia estaban asegurados. No obstante, una anomalía en la economía local ha provocado que el ritmo actual sea extremadamente lento.
El éxodo de trabajadores aumenta ante el alto costo de vida y la disminución de oportunidades laborales en la región
José Luis, un transportista que arribó desde Tamaulipas hace veinticinco años, ha sido testigo de la bonanza que la construcción trajo a miles de personas de todo el país. Él mismo prosperó en el sector, pero en la actualidad, asegura que el trabajo escasea.
La zona se caracteriza por un costo de vida exageradamente alto, lo que obliga al transportista a tomar medidas extremas, como cocinar al aire libre para reducir el consumo de gas e incluso monitorear el uso de artículos tan básicos como el papel sanitario. Sus vehículos de trabajo, por falta de recursos para mantenimiento, pasan más tiempo inactivos que en servicio.
La situación ha propiciado un éxodo de trabajadores. Diariamente, se observa a personas con equipaje en las terminales de autobuses, abandonando el lugar para retornar a sus estados de origen.












