¿Te ha pasado que estás comiéndote unos tacos y viene ahí, a un lado, una hoja grande y perfumada que nadie quiere? Eso es el pápalo, una planta mexicana que probablemente has visto mil veces este quelite sin saber que es un pequeño tesoro. Esta hierba, que también llaman papaloquelite, no solo es parte de la cocina tradicional… también tiene beneficios: ayuda a regular la presión, tiene antioxidantes y hasta puede echarle una manita al hígado.
Si bien su sabor es fuerte —como a cilantro con actitud—, ahí está lo interesante: lo que le da ese sabor tan intenso también es lo que lo hace tan bueno para el cuerpo. Y lo triste es que, por andar persiguiendo alimentos de moda, hemos ido olvidando joyas naturales como esta.
¿Qué beneficios tiene el pápalo para la presión arterial?
Resulta que el pápalo tiene propiedades vasodilatadoras (que suena muy técnico, pero en realidad significa que ayuda a que la sangre circule mejor). Eso, traducido a algo más terrenal, puede ser útil para las personas con hipertensión.
Obviamente, “la hierba alas de mariposa” no sustituye ningún medicamento, pero sí puede sumar si se vuelve parte de lo que comes seguido, es decir, dentro de una dieta saludable y llena de nutrientes.
También trae antioxidantes que protegen al corazón del estrés oxidativo, ese que suena raro, pero es el que va desgastando nuestras células con el tiempo.
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¿Cómo ayuda el pápalo a combatir el hígado graso?
Aunque aún faltan más estudios, lo que se ha observado es que el pápalo puede ayudar al hígado a desintoxicarse, reducir inflamación y protegerlo de tanto desgaste. No porque sea milagroso, sino porque sus compuestos ayudan a que el cuerpo funcione mejor desde dentro.
Además, según datos del Gobierno de México, es diurético, tiene vitaminas, minerales y un sabor que, aunque no a todos encanta de primera, combina increíble si se sabe usar con otros ingredientes.
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Piénsalo así: es una de esas plantas que nuestras abuelas ya usaban y que ahora, entre tanta tendencia de “superalimentos”, está esperando que alguien le devuelva su lugar.
Así que la próxima vez que la veas en tu plato… dale chance. Tal vez el remedio natural que estabas buscando ya estaba ahí, al ladito del taco, desde siempre.
