En México, miles de mujeres enfrentan un ciclo de violencia, no solo en sus relaciones, sino también en su incansable búsqueda de justicia. Las historias de Viridiana y Micaela son un crudo recordatorio de la urgencia de abordar este grave problema. Ambas sobrevivieron a un infierno, solo para encontrarse con otro: la burocracia y la corrupción por sus derechos.
Cuando el amor se transforma en terror: Testimonios de supervivencia
La violencia de género no discrimina y puede escalar rápidamente. Viridiana relata cómo una relación que comenzó como “amor” se convirtió en terror en solo cuatro meses y medio: “Empezó ahí el contacto de golpes, de jalones, empujones, tiradas a la cama, me mordió la cara, me empezó a jalar, me azotó al pasto, de ahí agresión total y él verbalmente me dijo que me quería matar”.
🔴 Un crimen atroz sacude a #BajaCalifornia.
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Keila, de solo 13 años, fue asesinada por Cristian Iván "N", de 16, quien confesó el crimen y declaró haberse inspirado en una serie de televisión.
🛑 Fue detenido y enfrenta un proceso por feminicidio agravado, bajo el sistema de… pic.twitter.com/cdpoJ0VbKE
La experiencia de Micaela no fue menos devastadora. Su relación, aunque corta, la llevó al borde del abismo. “Si en algún momento empezó a ser violento físicamente”, recuerda. La agresión física se vio acompañada de una brutal campaña de desprestigio en redes sociales, donde fue difamada como “prostituta”. Este acoso digital tuvo consecuencias devastadoras: “Este acoso me llevó a perderlo todo: la gente me dejó de hablar, me dejaron de contratar, recibía llamadas, se filtraron mis datos personales, me dio una parálisis facial y tuve dos intentos de suicidio”.
La odisea de la denuncia: Un sistema que revictimiza
El primer obstáculo para las víctimas de violencia es, a menudo, la dificultad de denunciar. Para Viridiana y Micaela, el proceso de buscar justicia ha sido una batalla cuesta arriba. “Desde el hospital, mi familia y yo decidimos que íbamos a denunciar”, dice Viridiana, “y ahora han pasado 5 años, poquito más de 5 años, y ha sido muy difícil, realmente ha sido un infierno”.
La lentitud del sistema judicial es una constante. Muchas mujeres se ven inmersas en procesos que duran años sin vislumbrar una resolución. “Muchas siguen en la resistencia después de 4 o 5 años, donde no te estoy hablando que se tiene una sentencia, sino que se empieza a tener un avance”, se lamenta una de las víctimas. Este prolongado periodo no solo agota emocionalmente, sino que también implica costos significativos.
Carmen resistió por nueve años ante el hombre que le juró amor eterno pero que desde el primer minuto la violentó y maltrató, psicológica, física y sexualmente.
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Cuando finalmente abrió los ojos y decidió escapar con sus hijas, se enfrentó al fallido sistema de #justicia
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El tiempo no es el único enemigo. La burocracia y la corrupción son barreras sistémicas que impiden el acceso a la justicia para muchas víctimas. Micaela experimentó la corrupción de primera mano con su propio abogado: “Me cobró 300 mil pesos por unas medidas de protección y además diciendo que de esos 300 mil pesos, 150 mil pesos se los habían dado a un juez para que él me diera las medidas de protección”. Una cifra exorbitante que evidencia la mercantilización de la protección que debería ser un derecho fundamental.
La falta de empatía y la minimización de la violencia por parte de las autoridades son también un problema recurrente. “Cuando minimizan una violencia emocional, cuando les dicen es que no tienes ninguna lesión física, cuando les ponen peros para las órdenes de protección”, describen las sobrevivientes, evidenciando un sistema que a menudo falla en proteger a quienes más lo necesitan. “Yo no me he sentido arropada por las autoridades mexicanas, la verdad al contrario”.
Aunque Viridiana y Micaela han podido continuar con sus procesos legales gracias a ciertos recursos, la realidad es que no todas las víctimas tienen la misma fortuna. “También es hablar mucho desde el privilegio”, se reconoce, “creo que la vida de todos vale igual, desde la señora que limpia las calles de este país, hasta la que pertenece a un estatus económico muy alto”. Esta brecha socioeconómica agudiza la vulnerabilidad de las mujeres, limitando su capacidad para acceder a asesoría legal y protección.
Las historias de Viridiana y Micaela son un llamado de atención. Representan a miles de mujeres mexicanas que claman por justicia y un sistema que realmente las ampare. Su persistencia, a pesar de las adversidades, es un faro de esperanza y un recordatorio de que la lucha contra la violencia de género es una responsabilidad colectiva.
“Yo quiero justicia”, afirman, una demanda simple, pero profunda que resuena en todo el país. Y por ella, seguirán luchando. Es imperativo que como sociedad exijamos y construyamos un México donde la violencia no tenga cabida y la justicia sea un derecho accesible para todas.