El homicidio de Carlos Manzo es una herida que Uruapan se niega a cerrar. No solo por la brutalidad del crimen, sino porque, según sus allegados y ciudadanos, él fue “el único que pensó que se podía recuperar la paz”. Esa convicción fue su bandera mucho antes de llegar al poder y hoy se convierte en su legado más duradero.
¿Cuál es la filosofía del sombrero de la que era parte Carlos Manzo?
La visión de Manzo no era la de un político tradicional, sino la de un líder que entendía que la seguridad venía de la gente. Carlos Bautista, diputado del Movimiento del Sombrero, recordó cómo Manzo lo convenció de no huir de la violencia:
“A mí me invitó cuando me intentaron secuestrar en Uruapan... me buscó y me dijo: no puedes andar corriendo, y no nada más puedes tener poder económico, necesitas tener poder social para que la gente te proteja”.
El legado de #CarlosManzo
— Fuerza Informativa Azteca (@AztecaNoticias) November 21, 2025
El asesinato de Carlos Manzo nunca se olvidará. Para muchos, fue el único que creyó que la paz podía recuperarse y esa fue su bandera, incluso antes de llegar al poder.
Como alcalde, enfrentó a delincuentes y a policías a sueldo.Cumplió con peticiones… pic.twitter.com/hYd2sdYUN7
Un alcalde que enfrentó a la delincuencia
Cuando asumió la alcaldía, Manzo llevó su discurso a la práctica, enfrentando directamente a los generadores de violencia, incluso si portaban uniforme. Antonio Villaseñor, presidente del Nuevo Grupo Empresarial, relató la valentía del edil:
“Venía Guardia Civil o venían algunos policías que no pertenecían a Uruapan y en algún momento extorsionaban a los ciudadanos... y él estaba ahí, se ponía en los retenes y empezaba a defender ahí".
Dignidad en la policía y servicios donde nadie llegaba
El legado de Manzo también queda en la corporación municipal. Dejó una policía equipada y con prestaciones dignas. Rocío Rodríguez, policía municipal, recuerda con gratitud: “El año pasado, nos dio un vale de 10 mil pesos... me compré una moto y de contado... me quedo con un bonito recuerdo de él, mi admiración para nuestro señor presidente”.
En las calles, su impacto fue tangible. Iluminó avenidas olvidadas como Las Américas por temas de seguridad y, ante la falta de servicios médicos federales, gestionó recursos con empresarios para atender la salud de la gente.
“Hacía las nochecitas en la casa de la cultura o aquí en el jardín a ver qué necesidad, si un accidentado, él les daba la ayuda...”, narró Celia Rodríguez, comerciante local.
Quizá por esa cercanía, en el lugar donde le arrebataron la vida, las veladoras siguen de pie, iluminando la noche, mientras los ciudadanos ya juntan llaves para erigir una estatua que inmortalice al hombre que creyó en la paz.












