Desde el motor económico de Bolivia, Santa Cruz, conversamos con Jean Pierre Antelo, presidente de la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo (CAINCO). Su testimonio a Fuerza Informativa Azteca no se detiene en el lamento por los errores del pasado, sino que articula una propuesta de salida, un manifiesto sobre el rol que el empresario debe y quiere jugar en la reconstrucción de una democracia plena y una economía próspera.
Su mensaje “el futuro no se espera, se construye”, es la pieza final del rompecabezas, una que ofrece una ruta de salida no solo para Bolivia, sino para cualquier país de la región, como México, que se enfrente a la encrucijada entre la confrontación populista y la colaboración productiva.
La anatomía de una mentira: el “enemigo común”
Para construir un futuro, primero hay que entender las tácticas que buscan dinamitarlo. Antelo, con una claridad meridiana, disecciona la estrategia central del discurso populista contra el sector privado. “En política siempre buscan el enemigo común”, afirma. “Y lamentablemente, los gobiernos socialistas han encontrado en ese discurso al sector privado como ese enemigo en común para hacer la mala política”.
Esta es una estrategia que en México conocemos bien. Consiste en crear una caricatura del empresario como un ser egoísta y explotador para, a partir de ahí, justificar una agenda política. Antelo sostiene que esta “narrativa política” es una herramienta cínica para cohesionar a una base de votantes. El problema es que esta ficción tiene consecuencias muy reales. El discurso se traduce en normativas, en un acoso regulatorio y en una desconfianza sistémica que termina por estrangular la inversión. Como vimos en los reportajes anteriores, el resultado es la informalidad, la escasez y la inflación, males que golpean directamente al ciudadano que el discurso decía proteger.
Bolivia duele. Duele ver cómo se normalizan la escasez y la violencia.
— Jean Pierre Antelo (@jpierread) June 13, 2025
Duele ver a un país atrapado entre el miedo y la indiferencia, sin rutas, sin alimentos, sin garantías mínimas. Hoy, los bolivianos viven en estado de indefensión.
El Gobierno habla de justicia, pero no…
Cuando el Estado compite y fracasa: el monopolio ineficiente
La segunda parte de la estrategia, según Antelo, es la invasión del terreno empresarial por parte del Estado. “El Estado, ante la falta de iniciativas, ha entrado a hacer una competencia desleal en varios sectores”, explica. Esto no solo crea la competencia desleal de la que hablaban los otros líderes empresariales, sino que deriva en algo peor: monopolios estatales ineficientes.
Antelo pone un ejemplo concreto y fácil de entender: la aviación comercial en Bolivia. “En los sistemas de aviación que tiene Bolivia sólo permiten pocas líneas aéreas, donde la calidad y la eficiencia que da la empresa estatal la podría haber hecho mucho mejor una empresa privada”. Este es un patrón que se repite. El Estado utiliza su poder para acaparar un sector, elimina la competencia y, sin el incentivo de mejorar, el servicio o producto “se destruye”.
Esta descripción resuena con los debates en México sobre la eficiencia de nuestras propias empresas estatales. La experiencia boliviana, narrada por Antelo, confirma una máxima económica: sin competencia, la calidad cae y los precios (reales o subsidiados) suben. El monopolio, ya sea privado o estatal, termina perjudicando al consumidor. La diferencia es que el monopolio estatal se financia con los impuestos de esos mismos consumidores a los que les ofrece un mal servicio.
El empresario y el estado como socios complementarios
Frente al modelo de confrontación y competencia, Antelo propone una visión de “complementación”. “Nosotros siempre hemos hablado de la complementación que debe haber entre el sector público y el sector privado, empresario y Estado, donde debe haber este balance para poder construir”.
En este modelo simbiótico, cada parte cumple un rol insustituible. El sector privado, con su agilidad, eficiencia y espíritu innovador, es el encargado de generar la riqueza. “Mientras más empresas se construyan en el sector formal, hay más impuestos”, razona Antelo. Es aquí donde entra el Estado. Su función no es la de ser un mal empresario, sino la de ser un administrador eficiente y visionario de esos recursos públicos.
“Con estos impuestos, el sector público, de manera eficiente y disminuyendo las tasas de corrupción, puede acceder a hacer más carreteras, a hacer temas de educación, a poder proveer temas de salud de mejor calidad”. Esta es la esencia de un pacto social funcional. Las empresas crean el valor y los empleos, y el gobierno utiliza una parte de ese valor para crear los bienes públicos y la infraestructura que, a su vez, permiten que las empresas crezcan aún más. Cuando el Estado, en lugar de construir carreteras, decide montar una aerolínea ineficiente, rompe este círculo virtuoso y traiciona su mandato fundamental.
La voz incómoda pero necesaria: el empresario como actor político
Uno de los puntos más interesantes del análisis de Antelo es su defensa del rol del empresario como un actor político legítimo. Ante la crítica populista de que los empresarios no deben “opinar sobre política”, él traza una línea clara. “Lo que está claro es que nosotros no opinamos sobre política partidaria, pero el sector privado debe participar en la proyección y en la construcción de políticas públicas que le hagan bien al país”.
En México, donde empresarios que se convierten en líderes de opinión son a menudo “perseguidos o asfixiados”, como se le menciona en la entrevista, esta defensa es particularmente relevante. Antelo argumenta que esta participación no es una intromisión, sino un derecho y un deber. En Bolivia, explica, la iniciativa privada está respaldada por la Constitución, y por tanto, “se le deben dar los derechos y los espacios para poder construir”.
La voz del empresario, insiste, no debe ser vista como la de un grupo de interés egoísta, sino como un “bien común de la ciudadanía”. Aportan una perspectiva técnica y pragmática, basada en la realidad del mercado y la experiencia en la creación de valor, que es indispensable para diseñar leyes y regulaciones efectivas. Atacar al empresario por opinar sobre la política económica del país es, en el fondo, “debilitar también la democracia”, porque “no puede haber democracia plena si es que se ataca a un sector, si no se lo deja trabajar, si no se le permite expresarse”.
#IncrementoSalarial El 80% de bolivianos que vive del día no recibe ni un peso más pero hoy paga el pan al doble. No hay decreto que tape lo que todos vemos, la crisis es real y cada día más profunda. La informalidad se perpetúa. Hoy solo aplauden los cómplices del modelo… pic.twitter.com/q4PxFvXSe7
— Jean Pierre Antelo (@jpierread) April 28, 2025
La nueva cara del empresariado
Antelo también aporta una visión optimista y de autocrítica, reconociendo que el propio sector empresarial está evolucionando. Habla de un “cambio generacional” dentro de las gremiales y las empresas, similar al que ocurre en las empresas familiares en todo el mundo.
“Empiezan a verse las empresas de una manera distinta, más abiertas al mundo, más conectadas, más empáticas, más preocupadas por las brechas que existen en el mundo entero”, afirma. Este nuevo empresariado, explica, entiende que su rol no se limita a generar utilidades. Reconoce que los problemas sociales no son “ajenos al sector privado” y que deben “trabajar en esos temas para ahondar también en los temas sociales”.
Esta es una respuesta directa a la caricatura del empresario egoísta. El líder empresarial del siglo XXI, según Antelo, es consciente de su entorno, entiende los desafíos del cambio climático, la desigualdad y la necesidad de la inclusión, y está dispuesto a ser parte de la solución. Este cambio generacional es, quizás, el argumento más fuerte contra la retórica populista, que insiste en pintar una imagen anacrónica y monolítica del sector privado.
Finalmente, el mensaje de Jean Pierre Antelo es un llamado a la acción. “El futuro no se espera. El futuro se construye”, declara. Es una filosofía que define la esencia del espíritu emprendedor: la capacidad de imaginar una realidad mejor y trabajar para crearla. “Lo que hace el sector privado es dar una oportunidad de crecimiento”, dice, extendiendo la definición de empresario desde “el pequeño emprendedor hasta la gran empresa”.
Para una América Latina y un México que se debaten entre modelos antagónicos, la conclusión de esta serie de reportajes es clara. El “espejo boliviano” nos ha mostrado las consecuencias devastadoras de un modelo basado en la confrontación y el control estatal. Las voces de sus líderes empresariales nos ofrecen una alternativa basada en la colaboración, la libertad y la construcción conjunta. El futuro, como nos recuerda Antelo, no es un destino inevitable, sino el resultado de las decisiones que se toman hoy. La decisión más importante es si vemos al empresario como un enemigo a vencer o como el socio indispensable para construirlo.
La mayor traba para los #emprendedores en #México
— Fuerza Informativa Azteca (@AztecaNoticias) January 25, 2025
Debido a los #impuestos, los procesos burocráticos y la asfixia #fiscal que se viven en el país, hacen ver a los emprendedores que la rebanada más grande del pastel se la lleva el gobierno a costa del trabajo de millones. … pic.twitter.com/Jv2Ism8vWb